Eduardo Costantini. El coleccionista de arte que supera su récord

Fuente: La Nación

Eduardo Francisco Costantini es el hombre del año en el mundo del arte. En el 20 aniversario de la fundación de Malba, su creador hizo doblete y, sin que nadie lo esperara, se quedó con el récord del arte latinoamericano al pagar 35 millones de dólares por Diego y yo, de Frida Kahlo. El precio más alto pagado por una obra latinoamericana y récord para la pintora de Coyoacán, la elegida de Madonna. Una pirueta millonaria del mayor coleccionista de la región que tuvo su efecto mediático. Del otro lado de la línea y del río está Costantini. Contesta en Punta del Este: “Fue una sorpresa cuando vi el cuadro en la subasta. Hacía tiempo que tenía esa pintura en la mira, conecta con la narrativa y con la vida de Frida, allí están sus pesadillas y torturas… y está Diego que no se lo puede sacar de la cabeza y lo tiene grabado en la frente”, dice. Se lo escucha contento. El día después del récord, el empresario, financista, coleccionista y developer fue noticia en los diarios del mundo. The New York Times, Wall Street Journal, Le Figaro, ABC, El País, La Vanguardia… y la lista sigue, le dedicaron notas al argentino que hizo saltar la banca y posicionó a Frida Kahlo, entre los íconos del arte moderno.

El día en que Eduardo Costantini compró la obra Diego y yo, de Frida Kahlo
El fundador del Malba adquirió la pintura que se remató en Sotheby’s por 34,8 millones de dólares. Se trata de un autorretrato de la pintora mexicana que refleja su tortuoso vínculo con Diego Rivera, y que marcó un récord para el arte latinoamericano.
 

Pequeño e intenso, Diego y yo, pintado en 1949, es uno de los últimos autorretratos de Frida en manos privadas y sumaba el valor simbólico de tener a Diego, su amor y su calvario, pintado en la piel. Esa compra espectacular lo convirtió en noticia y “refundó” el Malba. “Creo que la resiliencia ha sido mi mayor virtud. Creo en las instituciones y en mantener un programa, que en nuestro caso ha sido el trípode arte, cine y literatura. Cumplimos 20 años con una audiencia fiel y creciente. Para un museo es un paso. Los museos cumplen 200 o 300 años… Allá vamos”. No es el precio, es la oportunidad. No es el récord, es la difusión. Esta rara mezcla de filántropo y hombre de negocios que es Costantini, tiene como costumbre doblar la apuesta y dar los mejores pasos en los peores momentos. Compró su primera Frida, Autorretrato con Chango y Loro, en los 90, y también pagó un récord. Durante años fue la pintura más cotizada de un artista latinoamericano. Semanas atrás, en plena crisis de un país en ascuas, lo hizo de nuevo y se quedó con el récord. Sabe de qué se trata. Diez días después del atentado a las Torres Gemelas, que dejó al mundo en vilo, EFC fundó el Malba, con la base excepcional de los mejores cuadros del arte moderno latinoamericano, en un edificio construido por tres arquitectos jóvenes, casi debutantes, los cordobeses Atelman, Fourcade y Tapia, que ganaron la obra por concurso.

Eduardo Costantini en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, que creó hace 20 años / Fernando Gutiérrez

Veinte años después, el Malba está primero en la agenda de visitas a los museos porteños; con el historial de un calendario de exposiciones internacionales como Yayoi Kusama, Andy Warhol, Le Parc y Tracey Emin, más la colección permanente que no para de crecer. En el último año, además del Frida, invirtió 25 millones de dólares en un conjunto de obras centrales para el arte de la región. El coleccionista va llenando los casilleros, como el chico que coleccionaba estampillas. Lam, Remedios Varo, Vicente do Rego Monteiro… tiene 500 obras en su colección personal y sigue comprando. Algunos cuadros ha prestado a Malba, pero los de Malba no están en su casa. El museo es un proyecto social, un museo para todos, que hasta hoy demandó una inversión de 300 millones de dólares. Dólar más, dólar menos, lo que pagaron los vascos para tener un Guggenheim en Bilbao, o lo que le costó a la corona de los Borbones conseguir los cuadros del barón Heinrich para fundar el Museo Thyssen de Madrid. Costantini colocó en el mapa cultural a Buenos Aires. La capital de los argentinos es un destino para los amantes del arte que quieren ver a Frida, Tarsila y Rivera, pero también a la crema del arte argentino. Malba tiene dos cuadros de Berni fuera de serie, como son Manifestación y la Mujer del suéter rojo; una selección única de Xul Solar, más Penalba, Pettoruti, De la Vega, Polesello, Yente y Guttero, mientras fortalece sin parar su posición en arte contemporáneo.

“Creo que la resiliencia ha sido mi mayor virtud”. EDUARDO COSTANTINI

Costantini es padre de siete hijos y, desde febrero de 2020, está casado con Elina Fernández / Marcelo Rodríguez

Todos estos años el empresario filántropo mantuvo los objetivos del museo fundado en este siglo pero en otro país. Por algo la palabra que mejor lo define es continuidad. Mantener en el tiempo alta la vara, el compromiso y las ganas es un ejercicio tan poco argentino. La cereza del postre es Malba Joven, membresía para una audiencia de 18 a 35 años que ha hecho del museo su casa. La semana pasada, en una nueva fecha gratuita del Ciclo de Música a Cielo Abierto, cientos de personas bailaron en la explanada de Figueroa Alcorta al ritmo de @formamusic. El éxito no es casualidad. Primero los cuadros, después location location location, la mejor ubicación de Buenos Aires, al lado de la Plaza Perú, corazón de Barrio Parque, rodeado de soberbios ejemplares de jacarandás; un edificio transparente que ha sido el mejor aliado, y el equipo, el mejor. El coleccionista y el developer (Oceana Bal Harbor, Nordelta, Escobar, Las Garzas, Sonesta) hacen buenas migas. Eduardo Costantini es un hombre de negocios, pero el arte le ha dado las mayores satisfacciones de su vida. Como prestar Abaporu, de Tarsila do Amaral, al Palacio de Itamaraty, Brasilia, y que Dilma Rousseff mande un avión de la fuerza aérea con dos couriers para buscarlo. Se lo quisieron comprar, pero no lo quiso vender.

En 2013 se intervino sorpresivamente la fachada del Malba durante la exposición de Leandro Erlich. Autorretrato de Frida Kahlo, en la casa de subastas Sotheby's. Muestra retrospectiva de Yayoi Kusama en Malba. La pintura Baile en Tehuantepec, de Diego Rivera, y detrás, Autorretrato con chango y loro, de Frida / Fernando Massobrio / Mary Altaffer, AP / Martín Felipe, AFV / Patricio Pidal, AFV

Que una medianoche de otoño lo despierte el experto Augusto Uribe, director de arte latinoamericano de la rematadora Phillips, para ofrecerle el más lindo Diego Rivera en danza, ex colección IBM, Baile de Tehuantepec, por el que pagó 15 millones de dólares. Una joya, la figurita difícil con la que soñaba desde que compró Autorretrato con Loro. Junto al Baile de Rivera, pintura colosal y colorida, posó en la Academia de San Fernando, Madrid, cuando la Fundación Arco lo eligió coleccionista del año. Sitial que comparte con la italiana Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, bastión del arte contemporáneo; con Jorge Perez, dueño del PAMM de Miami, y con la venezolana Patricia Phelps de Cisneros, la gran coleccionista de arte abstracto latinoamericano, que no exhibe su colección en Venezuela por razones obvias, y ha conquistado metros y prestigio para el arte de la región con un departamento especializado en el MoMA de NY, que dirige nuestra compatriota Inés Katzenstein. En diciembre de 2001 Buenos Aires ardía. El salto al vacío del fin de la convertibilidad aceleró la peor de las crisis. En esos días de zozobra, sin perder la calma ni la visión, Costantini definió el perfil del museo: dejó partir al director, el mexicano Agustín Arteaga, y asumió en el cargo Marcelo Pacheco, para fortalecer la conexión con el arte argentino. Timing perfecto.

“Hacía tiempo que tenía esa pintura en la mira” DICE COSTANTINI SOBRE DIEGO Y YO

Costantini con su mujer Elina y la artista Marta Minujin, en el festejo por los 20 años de Malba / Instagram @eduardocostantini

Graduado en Economía, con un máster en Londres, padre de siete hijos, está casado con Elina Fernández, una mujer que tiene la edad de sus nietos. Muchos años menos y varios centímetros más. A los setenta y pico es un hombre enamorado y lo pregona a los cuatro vientos. La matriz de su personalidad, o digamos, el estilo, es romper moldes. Tal vez porque entendió a la perfección el slogan del UBS, el banco que apoya desde hace décadas la feria suiza de Art Basel: “Estamos del lado de los artistas porque son los que ven más lejos”. Para un hombre que se mueve en la arena movediza de las inversiones globales, ¿hay algo mejor que ver primero y ganar de mano? No se trata de fundar un museo y punto. Hay que crear el hábito, romper la solemnidad, abrir la mente a las fronteras porosas de lo contemporáneo, cruzar disciplinas, formar un comité de adquisiciones, rodearse de la gente justa para el lugar justo y… pagar las cuentas. Celebrar veinte años de crecimiento con un proyecto privado para todo público sin bajar el nivel de calidad es excepcional. Va la cucarda del hombre del año.

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